Salí del guesthouse a las 5 de la mañana, cuidando de no pisar al
recepcionista que dormía en un "tendido" junto al pie de la escalera. Dormí poco y mal. En parte por miedo a perder el vuelo, y en
parte porque durante las modestas dos horas y media que me quedaron para
descansar después de haber empacado, me despertaron diferentes ruidos
constantemente. Creo que escuché en dos ocasiones que alguien salía -o
entraba- aceleradamente, como en mitad de una pelea, o huyendo de algo.
También estuvo presente el canto de los monjes budistas del monasterio
del otro lado de la calle. Hace unos días había estado en el monasterio
durante la ceremonia vespertina y me había sentido infinitamente
afortunada de estar ahí, como única espectadora, haciendo una torpe flor de loto en el fondo
del templo, mientras los monjes adolescentes entonaban sus plegarias.
Con la ceremonia de las 4 de la mañana no me sentí tan afortunada.
Afuera todo era silencio y oscuridad. Había un tuk tuk estacionado del otro lado de la calle, sin conductor. Un hombre salió de la penumbra y se acercó a mí. En voz apenas audible dijo, no preguntó, dijo, "airport". Yo contesté "are you Mr. Teng?" -me habían dicho que así se llamaría el conductor. Él repitió, un poco más alto esta vez "airport". Y luego yo, ayudándolo, "yes, yes, you are Mr. Teng, right?". Él se rió como toda respuesta y zanjó la conversación tomándome del brazo y guiándome hacia el tuk tuk. Lo seguí.
Afuera todo era silencio y oscuridad. Había un tuk tuk estacionado del otro lado de la calle, sin conductor. Un hombre salió de la penumbra y se acercó a mí. En voz apenas audible dijo, no preguntó, dijo, "airport". Yo contesté "are you Mr. Teng?" -me habían dicho que así se llamaría el conductor. Él repitió, un poco más alto esta vez "airport". Y luego yo, ayudándolo, "yes, yes, you are Mr. Teng, right?". Él se rió como toda respuesta y zanjó la conversación tomándome del brazo y guiándome hacia el tuk tuk. Lo seguí.