04 diciembre 2011

"Airport"

Salí del guesthouse a las 5 de la mañana, cuidando de no pisar al recepcionista que dormía en un "tendido" junto al pie de la escalera. Dormí poco y mal. En parte por miedo a perder el vuelo, y en parte porque durante las modestas dos horas y media que me quedaron para descansar después de haber empacado, me despertaron diferentes ruidos constantemente. Creo que escuché en dos ocasiones que alguien salía -o entraba- aceleradamente, como en mitad de una pelea, o huyendo de algo. También estuvo presente el canto de los monjes budistas del monasterio del otro lado de la calle. Hace unos días había estado en el monasterio durante la ceremonia vespertina y me había sentido infinitamente afortunada de estar ahí, como única espectadora, haciendo una torpe flor de loto en el fondo del templo, mientras los monjes adolescentes entonaban sus plegarias. Con la ceremonia de las 4 de la mañana no me sentí tan afortunada.

Afuera todo era silencio y oscuridad. Había un tuk tuk estacionado del otro lado de la calle, sin conductor. Un hombre salió de la penumbra y se acercó a mí. En voz apenas audible dijo, no preguntó, dijo, "airport". Yo contesté "are you Mr. Teng?" -me habían dicho que así se llamaría el conductor. Él repitió, un poco más alto esta vez "airport". Y luego yo, ayudándolo, "yes, yes, you are Mr. Teng, right?". Él se rió como toda respuesta y zanjó la conversación tomándome del brazo y guiándome hacia el tuk tuk. Lo seguí.



...Hay una gran diferencia entre viajar en tuk tuk durante el día, en el centro de la ciudad, a 25 o 30 grados centígrados, y hacerlo a las 5 am, con 11 o 12 grados y total oscuridad, por la riviera del Mekong...

En el "aeropuerto" pasé los minutos más largos de mi vida esperando a que abrieran el "restaurante" para comprarme un café. Lo abrieron 10 minutos tarde, a pesar de mis saludos y sonrisa excesiva y falsamente amigables desde detrás de la puerta de vidrio. Anticlímax predecible, el café era instantáneo y sabía a lodo -sí, he comido lodo, de nina hacía pastelitos de lodo con flores y les daba pequeños mordiscos. Es posible diferenciar un café instantáneo de uno hervido basado en la solubilidad de la leche o, como en este caso, del "coffee mate". Entre menos soluble, más instantáneo. Sabiduría de veterana, y dependiente, del café.

El "aeropuerto" es minúsculo y está rodeado de montañas, como encapsulado. Así parece el pueblo: encapsulado. Encapsulado en el tiempo y en el espacio. Toma 10 horas llegar en autobús desde la capital, a pesar de estar a sólo 220 kilómetros de distancia -claro que hay que descontar las numerosas paradas para subir y bajar pasajeros.

Desde el cuarto de 9 m2 que hace las veces de sala de abordar puedo ver el avioncito -porque eso es: un avioncito- que me va a llevar de regreso hasta Vientián. Un hombre vestido de piloto -el piloto?- le rasca algo a un aspa de una de las dos hélices. El avioncito dice Lao Airlines, pero podría perfectamente decir Aeromar. Es idéntico al que tomé tantas veces para ir de Victoria al DF, y de regreso. El mismo al que una vez no me dejaron abordar por haber llegado 40 minutos antes del despegue y como respuesta a mis reclamos el encargado del mostrador me dijo, muy pe-da-gó-gi-co, "señorita, esto es un aeropuerto, no una central de autobuses"...

Voy a pasar una noche más en Vientián. Manana vuelo a Phnom Penh, y unas horas después, a Kuala Lumpur, donde voy a dormir en un hotel cerca del aeropuerto. Pasado mañana vuelo a Delhi. Estoy recorriendo de regreso más o menos el mismo camino que hice para llegar hasta aquí. Es una pérdida de tiempo y de dinero. Pero es que de los pocos vuelos que salen desde Luang Prabang todos estaban llenos, o descontinuados, o no volaban diariamente, o costaban una pequeña/mediana fortuna. O sea que, de los males, esta ruta resultó ser el menos.

Mi hermana Ana dice que toma 21 días formarse un hábito. Supongo que tiene razón porque después de más de un mes de estar viajando de un lado a otro cada dos o tres días, me he habituado bastante bien. Creo que el backpack ya ni me pesa tanto, aún cuando ha ido de 12 kg cuando empecé el viaje, a 18 kg cuando me registré esta mañana. Y eso que quien me conoce sabe que me causa una repulsión infinita cualquier esfuerzo físico que no tenga un fin exclusivamente lúdico, como bailar. En resumen, no soy del tipo backpacker.

Lo que sí soy, sin embargo, es del tipo que se adapta y aprende a dominar lo que sea que le traiga el río de la vida -alusión intencional aunque discreta al omnipresente río Mekong de la Indochina. Y pues, al que le quede el backpack, que se lo ponga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mandy no sabia que podia comentar.
Que padre tu viaje! Disfruta mucho
los dias que queden y te aseguro que
todos los lugares tienen siempre algo
mas que ofrecer.
Me dio mucha risa lo de la central de
autobuses que chiflado!
Pd. Quiero pensar que en esos 6 kilos
de mas que cargas vienen mis
recuerditos!
Te quiero!

Andrea dijo...

Confieso que acabo de leerlo.
Me da mucho gusto que estés adaptándote y disfrutando mucho tu viaje Ü ¡Te quiero mucho y te extraño!
Me dio mucha risa lo del "taxista" (que, por cierto, me recordó a otra entrada tuya) y lo del tipo del aeropuerto :P jaja
Cuídatee
Nos vemos pronto